lunes, 20 de mayo de 2013

XAMUNDÍ, ¡UN CACIQUE DE LEYENDA!



La tradición oral de Jamundí cuenta la historia de un cacique que, a la llegada de los españoles, resistió la invasión y escondió un gran tesoro. Crónica de una leyenda.



Por Darwin Ávila, reportero de Q’hubo
Jamundí es ahora una ciudad de cholados, de motorratones, buses intermunicipales, balnearios, restaurantes y gente amable. Y allí, todo gira alrededor de la efigie de un imponente indígena empotrada en el parque Bajo Palacé, la que muchos han visto, pero a la que pocos le han dado la importancia que se merece. Xamundí (Xamungoy) es el nombre de ese personaje, que pareciere sacado de la película Apocalipto (dirigida por Mel Gibson 2006), pero que en la práctica fue el que forjó el génesis del municipio, ubicado en la margen izquierda del río Cauca.

De las letras que conforman el nombre del cacique, se desprende el vocablo con el que actualmente se denomina al municipio.


Una aventura para conocer al cacique de los jamundeños
La huella indígena impresa por Xamundí aún se puede palpar en los suelos de este territorio, rico en historias y leyendas de esos indígenas que resistieron la conquista española en el siglo XV.

Para verla, solamente hay que desplazarse hasta ese suelo promisorio. Por eso, adportas del año 2013, un jueves, inicié junto a un equipo periodístico la travesía que me llevaría a conocer de cerca a Xamundí, pero no a la estatua de cobre y bronce a la que desadaptados le robaron la lanza en el 2011, sino el verdadero guerrero que vivió por allá en el año de 1.400.

Según la tradición oral indígena de los resguardos y comunidades que tenían poder en el suroccidente colombiano, Xamundí era un cacique guerrero que vivió y murió por su pueblo, por sus costumbres y sus leyes.

Era hosco en apariencia, bajo en estatura y con una cabellera larga y brillante. Era corpulento. Entre su ajuar predominaban pectorales, narigueras y pulseras de oro macizo. Su indumentaria bélica la conformaba una lanza de madera con punta de piedra, una macana (martillo prehistórico), flecha y arpón, el cual usaba para pescar en el río Cauca o Gran Cauca.

Se presentaba ante sus súbditos como un líder innato. De ahí, que aún se le recuerde como un ‘estratega’ de su época, pues conformó una comunidad pujante, a la que apenas se le ha empezado a reconocer su verdadera importancia.

Ellos, los xamundíes, un pueblo de alrededor de 5.000 habitantes que hablaban chibcha, dedicado a la agricultura y la pesca, se asentaron en la parte baja de la Cordillera Occidental y su epicentro espacial de vivienda es lo que hoy se conoce como Hacienda Sachamate.

Eran años de gloria y pleno esplendor para esos nativos, que tenían como precepto lo espiritual. Quizá ese grado de adoración a sus dioses, es lo que nos hizo conocerlos.


‘El valle De las piedras’, un lugar para los sacrificios
En la tierra del cholado ‘mataguayabo’, situada a 9 kilómetros de Cali, encontré a un hombre conocedor del territorio, de sus aguas, de sus cielos. Se trata de Jairo Hernán Daza, que para entonces acababa de ser nombrado secretario de Turismo de la Alcaldía de Jamundí, y quien accedió cordialmente a descubrir junto a nosotros esa palpitante historia, desde su pasión por la naturaleza.

El recorrido inició a las 8:00 de la mañana en medio de un clima gélido.

La primera parada fue en la finca Agua Sucia, parte occidental del municipio, en inmediaciones a Alfaguara. La zona estaba solitaria, se sentía un olor a pasto recién cortado, lo que me hizo rememorar los ambientes campestres de antaño.

Lo que vi allí se asemejaba a un escenario Azteca, Maya o Inca. Un ‘escapulario’ de piedras volcánicas negras, algunas de más de 30 toneladas, puestas en un tapete verde de árboles frutales, maleza e insectos.

Esas grandes rocas, según Jair Daza, son el hallazgo arqueológico más importante del lugar, pues sobre ellas los indígenas dibujaron decenas de figuras que hoy se conocen como petroglifos, palabra que viene del francés petroglyphe que significa tallar sobre piedra.

¿Pero, qué relación tiene Xamundí con este santuario de petroglifos? Según la historiadora jamundeña María Elena Restrepo, el propio cacique fue el gestor de esa expresión artística, que se estima realizó antes de la llegada de los españoles.

Se trata de ranas, soles, lunas, figuras humanas; animales y gráficos de extraños seres, que según el propio Daza, podrían ser el producto de visiones extraterrestres que habrían tenido los indígenas de ese tiempo.

Un ciudadano jamundeño asiduo visitante del ‘Valle de las Piedras’, que prefirió omitir su identidad, me contó un suceso que ratifica el poder sagrado de ese lugar: “la energía que se siente es increíble. Hace algún tiempo llegué acá caída la tarde, solo. Medité un momento, cuando ya me iba a ir, el cielo se iluminó de una manera extraña y sólo atiné a correr, pues relámpagos acechaban el camino. En un abrir y cerrar de ojos apareció un ave gigante dorada, que al instante se perdió en el horizonte. Duré mucho tiempo sin regresar ahí” (Sic).

Cuenta el legado histórico que sobre esas piedras Xamundí y su pueblo adoraban al Dios Sol, en conjunto con el cacique Petecuy, el cual bajaba de la parte alta de la cordillera a reunirse con su pueblo hermano.

También hay registros de los sacrificios humanos (principalmente de personas vírgenes) que allí se hacían por los favores recibidos, como por ejemplo la lluvia para sus sembrados de cítricos, o la subienda en la pesca. La forma de la ofrenda era sacarle el corazón a la ‘víctima’ y que la sangre recorriera los canales rocosos hasta que tocara la tierra. Oficio del shaman (brujo).


Historias de aborígenes
En esa época Xamundí y su comunidad vivían en aldeas con casas redondas de una sola entrada. Mientras las mujeres se dedicaban a la orfebrería y a las tareas del hogar como la preparación de alimentos y el cuidado de los hijos, los hombres se entrenaban en lo militar, en la cacería y en las técnicas de la pesca con arpón.

Pero no era esa una instrucción guerrerista, sino de defensa para escaramuzas tribales que tenían con otros pueblos, como por ejemplo con los Yumbos, los Petecuy, los Gorrones. Sin embargo, fue esa estrategia militar lo que les ayudó a resistir después de que en 1492 se gestara el primer viaje de Cristóbal Colón, y la posterior conquista de los españoles que nació en Palos de la Frontera, España.




Un santuario desde donde vieron llegar a los españoles
A 30 minutos del parque Bajo Palacé de Jamundí se encuentra una finca denominada ‘La Ferreira’, desde donde se divisa a los lejos un morro y, en él, quirúrgicamente puestas, gigantes piedras que según los moradores se constituían en el sitio desde donde el cacique Xamundí llevaba a cabo sus rituales y veía todo su extenso territorio.

Hasta allí llegué, eran las doce meridiano. Caminé una hora para arribar al recinto sagrado, no sin antes sufrir una aparatosa caída que me significó una grave lesión en la rodilla; fue como si el cacique se quisiera manifestar por la intromisión en su paraje secreto.

En la parte alta se halla una cueva que parece haber sido construida, pero no, dicen que es obra de la naturaleza. Hasta ese sitio iba Xamundí cada mes para encontrarse con sus antepasados. Cuando se llega a la entrada el clima cambia, así como la forma de pensar, es como un trance espiritual.

La historiadora María Elena Restrepo, que se ha dedicado a estudiar la cultura indígena en esa parte del Valle del Cauca, desde hace más de 25 años, cuenta que desde un peñasco de esa mole de tierra y piedra el cacique Xamundí vio llegar a los españoles Juan de Ampudia y Miguel Muñoz, que serpenteaban la orilla del Gran Cauca, desde Popayán, con sus soldados.

“Lo que vio Xamundí fue el resplandor de las armas y los escudos del ejército conquistador que venía desde el sur, tras la leyenda de ‘El Dorado’. Todo desde la altura de la montaña y en la parte de Sachamate. Allí, se dio cuenta que algo diferente ocurría, fuera de lo común, el comienzo de una batalla que terminaría con su familia y su gente”, expresó María con decoro.

Después de esa escena histórica lo que se forjó fue una guerra desigual en la que el cacique y su pueblo se convirtieron en guerreros para defender su terruño.

LA BATALLA CONTRA LOS ESPAÑOLES Y EL INICIO DE LA LEYENDA

Después de la llegada de los españoles, comandadados por Sebastián de Belalcázar y éste, a su vez, por Francisco Pizarro, lo que se vivió en esta tierra es un relato de miedo, muerte y tristeza.

Xamundí, al igual que los caciques de todo el territorio de lo que hoy se conoce como Colombia, trataron de resistir a la barbarie y al exterminio que vino acompañado de enfermedades como viruela, sarampión y sífilis.

Narraciones históricas como las mostradas en fragmentos de la página web www.valleonline.org, describen la catástrofe demográfica de la época, tras la llegada de los ‘visitantes’.

“Se calcula un número total de habitantes entre 5 y 3 millones antes de la llegada de los españoles. En el caso específico del Valle del Río Cauca, y fundamentándose en las visitas de los funcionarios reales, se habla de una reducción de la población que entre 1559 y 1582 fue de 60%”, se publica en la página.

Esa guerra fue librada en la zona por Xamundí. Los instrumentos para la supervivencia como arcos y flechas se convirtieron en armas para repeler los vejámenes contra su pueblo. Fue la oportunidad para que se uniera con Petecuy para batallar contra los invasores, en una guerra que poco a poco fue diezmando a su pueblo, hasta que los últimos habitantes, convertidos en esclavos, ayudaron a la ‘fundación’ de la Villa de Ampudia en 1536, que luego pasó a llamarse Rosario, Rioclaro y actualmente Jamundí.

Cuenta la leyenda que Xamundí se replegó hacia la parte alta de la cordillera, donde al parecer resistió durante algunos años. En medio de esos choques bélicos embalsamaba a sus muertos, los llenaba de ceniza y los colgaba en los árboles con los órganos desparramados, lo que resultaba repugnante para los españoles, que nunca habían visto algo tan espantoso.

Dicen que escondió su tesoro. Una gran cantidad de oro y piedras preciosas con las que se podría llenar una habitación completa y que Juan de Ampudia nunca pudo hallar, siendo ésta su única desgracia antes de morir en el año de 1541 en Popayán. Por eso se cree que allí nació la leyenda del tesoro del cacique Xamundí.

Sobre la resistencia hay datos históricos que revelan que algunos se escondieron en Villa Colombia, La Liberia y San Antonio. Quizá por eso existen actualmente asentamientos indígenas en esa zona, como en El Cedro, más arriba en la montaña.

Historia reciente manifiesta que el cacique no murió a manos de los españoles. Se cree que falleció de alguna enfermedad o por las inclemencias de la conquista. Lo que queda claro es que sigue vigilando su territorio y cuidando de su tesoro, que aún es buscado por guaqueros de la extensa zona en cuestión.





“UNA HISTORIA APASIONANTE”


Jamundí. María Elena Restrepo, de 53 años, es una historiadora que ha revelado la historia del cacique.
Actualmente labora en una tienda de arte en la que se respira la historia indígena de Xamundí, pues en cada rincón hay un vestigio de su comunidad aborigen.
Para ella la conquista de los españoles, especialmente la del pueblo de los xamundíes, fue un suceso inaudito, “Fue algo bestial. La conquista fue violenta, les arrancaron su cultura, sus creencias y les impusieron una religión”.
En ese sentido María expresa que hablar de fundación es desconocer a los indígenas: “No estoy de acuerdo con la fundación de 1536, pues a la llegada de Juan de Ampudia y Miguel Muñoz, Xamundí tenía una comunidad organizada con sus leyes y principios de trabajo, lealtad y guía espiritual de adoración”.
Sobre Xamundí comenta que él compitió en maratón contra el cacique Yumbo por el amor de la princesa Lili y ganó, por lo que éste último fue decapitado en franca lid.

NO OLVIDE. Este recorrido se puede realizar con el acompañamiento de la alcaldía de jamundí, acudiendo a la secretaría de turismo. Un buen ‘borondo’ histórico.




“Xamundí vio con impotencia cÓmo su pueblo fue diezmado”


5

mil indígenas aproximadamente hacían parte de la aldea de Xamundí.



Imagen de Dar Ávila, periodista captada en La Ferreira
Imagen de Giancarlo Manzano, fotógrafo.








domingo, 19 de mayo de 2013

CHEILAC, ERES MI HEROÍNA



Crónica de una niña que nació sin una pierna y ahora, con cinco años de edad, recibió la primera prótesis que le permitirá caminar hacia un futuro sin limitaciones. ¡Qué Ejemplo!


Por Darwin Ávila, reportero
Muchos de nosotros nos quejamos con regularidad por problemas ínfimos, pero no nos detenemos a pensar que hay dificultades más difíciles de afrontar, como por ejemplo el hecho de nacer con una sola pierna. Esta semana tuve la oportunidad de conocer a Cheilac Azules Marín, una niña nacida en Santander de Quilichao, de tez trigueña, rostro angelical y ojos pequeños, a quien la vida la premió con el coraje de sobrevivir solamente con la pierna izquierda. Con verla se convirtió en mi heroína.

“Así nació”, me dijo su padre, Ricardo Azules, un minero de la vereda La Ferreira, zona rural de Jamundí, refiriéndose a la limitación de su hija, que alcanzó 5 años de vida.

Cheilac, que no tiene programa de televisión favorito, porque sencillamente en su ‘rancho’ no hay televisor, en vez de aprender a gatear inició su locomoción arrastrándose como un reptil por los alrededores de la finca donde creció, para después volverse prácticamente un habilidoso ‘conejo’, saltando durante dos años en su delicada, pero fuerte piernita.

Un hecho que parece inverosimil, pero que para alguien sin un pie, es una realidad. Después de un mes de recibir la primera prótesis, que le permitió caminar en ‘dos piernas’, la vi feliz, caminó como si nada, a pesar de que el ‘aparato’, como lo llama Ricardo, se lo construyeron un poco más grande que su pierna izquierda, para que su crecimiento no lo deje inservible.

Durante la entrevista Cheilac no habló mucho, sin embargo con ligeros gestos me dijo que estaba bien con su nueva prótesis, esa que le regaló la fundación Mahavir Kmina, de Medellín, adonde viajo con su familia durante tres días para volver renovada, más de cuerpo que de su propia alma.

Para esta pequeña guerrera, que cursa kinder en una escuela pública de la zona rural de la ‘Villa de Ampudia’, la preocupación mayor es la estabilidad de su familia, un grupo de campesinos del que ella, prácticamente es el núcleo.

La ‘reina’ de la casa

Ricardo tiene claro que el amor es la principal herramienta para que Cheilac tenga un buen futuro.

“Tiene 4 hermanos, pero el centro de atención es Cheilac. No consiento nada con mi hija, porque, de todas formas, el aprender a caminar es un proceso complejo y hay que acompañarla. Siempre va conmigo a todos lados”, dijo Ricardo.

El orgulloso padre me contó como dato anexo, que a diferencia de otros niños de su misma edad, ella desarrolló capacidades de aprendizaje impresionantes y según cuentan todos los que la conocen, camina más rápido que algunos niños con sus dos piernas.

Una actualidad difícil

Ahora enfrenta un nuevo reto, acondicionar su pierna a la prótesis, pues para ir a estudiar tiene que caminar 20 minutos de ida y el mismo tiempo de venida.

Cheilac, me encantó conocerte y gracias por dejarme ver esa sonrisa que se asoma entre tu hermoso pelo liso. Adelante, camina al futuro y te repito: Cheilac, eres mi heroína.

CAMILO: UN GUERRERO DE 87 CM



En Jamundí vive el hombre más pequeño del Valle del Cauca, tiene 18 años y es reconocido como ‘el pulgarcito’ del municipio. Juega fútbol, nada, se entrena y quiere conseguir empleo.


Por Darwin Ávila, reportero
Camilo Andrés Alzate Ramírez es un hombre de 18 años que vive en el cuerpo de un niño de 4. Pero eso no es limitación para que juegue fútbol (como arquero), practique natación y patrulle las calles de Jamundí en una bicicleta cross que le regaló su papá.

Paisa, de 87 cm de altura y fiel seguidor del Nacional, es quizá el hombre más pequeño del Valle y pasa sus días esperando que la vida lo deje ‘crecer’ y ver jugar a su equipo en un estadio, pues sólo lo conoce por televisión.

Consciente de su condición y de ser un hombrecito en sentido literal, tiene claro que quiere ser grande en pensamiento y acción, por eso se entrena en presentaciones artísticas para así trabajar y pagar su estudio.

Nunca ha abandonado a su mamá y a su hermana, con quienes vive en el barrio Popular, así como tampoco sus gafas Ray Ban oscuras, que lo acompañan todos los días en su rutina en ‘bici’.

Para los habitantes de Jamundí Camilo es un ícono de la ciudad y es común que la mayoría de gente lo salude en la calle, “no me avergüenzo de mi situación pues ya entendí que tengo que vivir con esto. Lo mejor de todo es que me reconocen, aunque necesito un apoyo real de parte de la comunidad”, expresa.

Su madre, Luz Ramírez, manifiesta con alegría que toda la vida lo han querido y que lo respetan como un hombre mayor de edad.

Y aunque todos los días piensa en su educación, la falta de empleo es un factor que lo aleja de su objetivo.

Por ahora Camilo, con la frente en alto, vive en una casa arrendada y dice que lo que más quiere es encontrar una vivienda digna, además que le colaboren con un tratamiento de ortopedia, pues tiene un problema que lo aqueja desde hace algún tiempo.

LA TIERRA MÍTICA DE LOS PANCES




Para descubrir un paraíso natural como Pance, con sus lugares ocultos, sólo se necesita abordar un vehículo y ascender en búsqueda de la paz que brinda la naturaleza. Crónica.


Por Darwin Ávila, reportero
Cualquier cristiano creería que Pance, el destino turístico tradicional de los caleños, es sólo río. Sin embargo, basta desviar la mirada hacia otros paisajes para descubrir esa tierra que en otrora era custodiada por los indígenas Pances y los Jamundíes. Aunque acepto que he sido un fanático de Pance desde mi niñez, también soy consciente de que desconocía algunos atractivos de aventura, los cuales describiré en estas líneas.

La expedición para redescubrir los lugares poco conocidos y los parajes exóticos de Pance debe iniciar en la segunda entrada del Parque de la Salud. Hasta allí me desplacé con la ambición de saber qué más hay detrás del popular afluente. Todo sucedió el día martes 1 de mayo del año en curso.

Parque de la Salud: 10:00 a.m.

Llegamos buscando a Alirio Silva López, de 55 años de edad, un intérprete ambiental del corregimiento y amante natural del río, que sería nuestro guía. Junto a él estaba Barlahán Villa, un representante de la JAL del corregimiento de Pance.

Él nos mostró esa cuna de naturaleza, rodeada de senderos y gimnasios al aire libre donde suceden cosas realmente curiosas, es más, en el momento de la visita se llevaba a cabo un bautizo colectivo, según dijeron los nativos, lo que captó mi atención y la de los demás.

Pero la motivación para recorrer esa zona era llegar a la Granja Integral, que está empotrada en la montaña a menos a 12 minutos de camino a pie y donde se preserva un tesoro ecológico y medicinal: cultivos de lombrices, ganado y la planta sagrada de la ayahuasca o yagé. Quizá lo más parecido a un parque temático y que los caleños deben conocer.

El clima estaba a nuestro favor, pues el sol nos abrasaba con vehemencia . Temprano en la mañana el cielo había estado inquieto, pero el recorrido tenía que continuar, así que seguimos caminando hacia la Casa de la Cultura Ambiental. En ese lugar nos encontramos con Claudia Tabares, la encargada de mostrar a los turistas reliquias indígenas reunidas en un museo en el que se destaca la figura del cacique Petecuy, una obra de arte del maestro caleño Arturo Peñaranda que en los próximos meses estará exhibida en ese parque.

vía a pueblo de Pance: 11:30 a.m.

Abordamos un vehículo para seguir en la aventura. El paso por La Vorágine nos sirvió para darnos cuenta de la seguridad que se percibe en la zona, que cuenta con 10.508 hectáreas.

Ahí está ubicada la subestación de Policía la cual tiene el deber de velar por la tranquilidad de 2.380 habitantes que residen en las 13 veredas que componen esa reserva natural.

Por ser un día festivo algunas personas se divertían en las aguas del río Pance, mientras otros visitantes le pegaban a ‘los alivios’ donde doña María Dilia Henao, de 82 años, fundadora de la vereda La Vorágine y quien hizo el primer sancocho de gallina a los mineros que trabajaban extrayendo carbón en el año de 1955.

La carretera en ese sector se encuentra en buen estado. A diez minutos de ahí, encontramos un ecoparque denominado Los Lagos, el administrador del lugar, Alejandro Henao, nos explicó la oferta turística que tiene el corregimiento, por ejemplo la pesca, el alojamiento y las caminatas ecológicas, que se pueden disfrutar al unísono con la naturaleza exótica que es única en el país.

Pero lo que me tenía inquieto era descubrir una maravilla natural desconocida por muchos. Nuestro guía nos dijo que faltaba poco para llegar, así que decidimos avanzar.

Primero en carro y luego a pie arribamos a la mítica Chorrera del Indio, reconocida por el Sendero del Duende todo por las historias de colonizadores que profesaban apariciones de pequeños personajes. Pero lo que realmente valió la pena fue divisar la cascada de El Encanto, una caída de aguas cristalinas escondida en la espesura del bosque que con su rocío sentimos la caricia de la naturaleza misma.

De ahí para adelante todo fue ganancia. salimos con rapidez de ese lugar, pues nos esperaba un pequeño recorrido que nos llevaría a la cabecera municipal. No sin antes departir con un grupo de viajeros que expresaron la delicia de conocer esos parajes. Ellos venían de El Poblado II.

Cabecera municipal: 3:00 p.m.

El último envión fue todo un placer. El río era un obstáculo visual agradable y por el ascenso un viento gélido pegaba en el parabrisas. Fue la oportunidad para conocer el charco de ‘la nevera’ en El Topacio, de ver el cerro ‘El calvo’ y llegar por fin al pueblo de Pance donde doña Valbina, reconocida por ofrecer los mejores platos típicos vallecaucanos y por ser la abuela de Didier Castañeda, ganador del reality El Desafío de Caracol Televisión en el año 2009.

Ya en el pueblo, a 2380 metros sobre el nivel del mar, se respiraba paz y tranquilidad, De ahí se desprenden los senderos para visitar los Farallones de Cali y vivir experiencias más extremas. Por nuestra parte sólo llegamos al puente Rosalba Molina sobre el río Pance, allí algunos bañistas disfrutaban de las frías aguas.

Era el fin de una aventura en la que redescubrí mi pasión por el ‘verde’, algo que no se pueden perder los caleños ávidos de un reencuentro con la naturaleza, que se quieran dar un champú de flora y fauna a sólo 50 minutos de las calles de Santiago de Cali.









“LA IDEA ES QUE LOS CALEÑOS NOS VISITEN”

dijo Alirio Silva, intérprete ambiental. Él recordó que la seguridad está garantizada por la Policía y el Ejército. Por otra parte recordó que al corregimiento de Pance se puede acceder todos los días en servicio público.



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mil ochocientos diecisiete metros de altura tiene el cerro Pico de Loro.



Cortupance vela por el buen turismo en pance


Cortupance es una organización sin ánimo de lucro conformada por vecinos, propietarios; administradores y empleados de establecimientos turísticos en la cuenca del río Pance que se reunen periódicamente para adelantar iniciativas de coordinación institucional, motivados por un fuerte compromiso comunitario en relación directa con la actividad turística de la región. Todo en concurso con el respeto por el medio ambiente y el mejoramiento del nivel de vida de sus habitantes. Invitan a todos a Pance.

El cerro de pico de loro


Según Alirio Silva, guía del corregimiento de Pance, en tiempos pasados este cerro era llamado Pico del Oro, pues allí se realizaban rituales indígenas de las comunidades Jamundíes y Pances y por la gran cantidad de oro que se encontraba allí en esa época. Ahora es un destino turístico a 2817 m. Otros cerros para visitar son: ‘El calvo’, Pico de Agúila, ‘Pico de Pance’ y El Cajambre.

¡‘Jessi’ rueda a punta de chontaduro!



Una joven promesa del patinaje forja su carrera gracias a los chontaduros y frutas que vende su madre en la Liga Vallecaucana de Patinaje. No tiene problema para patinar, vender, estudiar y competir. Guerrera.


Por Darwin Ávila, reportero
La vida de Jessica Tatiana Rivas, una caleña residente en el barrio Alfonso Bonilla Aragón, ha sido una mezcla de esfuerzo, patines, chontaduro, academia y mango biche con sal.Un curioso cóctel que la ha llevado, a sus 15 años de edad, a forjar una prometedora carrera en el patinaje profesional del Valle.

Aunque no lo ha hecho sola, pues de la mano de su madre, Nora Rivas, una afrodescendiente cabeza de hogar natural del Río San Juan (Chocó), ha logrado sortear las dificultades que provienen de no nacer en una ‘cuna de oro’.

Eso le ha significado a doña Nora muchos años de trabajo en el puesto de frutas que tiene en la Liga Vallecaucana de Patinaje, donde su especialidad son los sabrosos chontaduros que vende desde quinientos hasta dos mil pesos.

En esa cotidianidad a Jessica le nació el amor por el patinaje, según su madre cuando de niña la acompañaba a vender frutas a la liga, soñaba con tener un par de patines y así emprender su camino en el patinaje de carreras.

“En ese tiempo Jorge Vergara, que era presidente de la liga, le regaló una beca a ‘Jessi’ y con una rifa le compré los primeros patines, eso fue en el 2009”, expresa su madre con decoro.

Sin embargo el destino estaba empeñado en poner barreras para el desarrollo de la deportista y en medio de una jornada agitada le robaron los patines que tenía debajo de la mesa de los chontaduros, un golpe terrible para ella, pues le habían costado $660.000 y en ese momento era casi imposible comprar otros.

Pero así como la vida quita también brinda y fue de esa manera como pudieron conseguir otro par de patines con los que ha logrado rodar en las pistas caleñas, logrando reconocimiento entre sus compañeros.

“Todo lo hace por amor al deporte, lo importante es que le gusta estudiar y que no pierde la humildad que la caracteriza”, dice Nora.

Y es que las jornadas que le toca vivir a Jessica no son fáciles, ya que desde tempranas horas de la mañana se levanta para ir a estudiar y luego, después de un almuerzo preparado por su madre, va a los entrenos donde aprovecha para pasar tiempo con su progenitora y colaborarle con el negocio.

“Lo bueno es que la gente nos colabora mucho. Ahora entreno todos los días para ser una velocista consagrada, para que los frutos de este esfuerzo se noten”, dice entre dientes Jessica, que se presenta un poco tímida.

Ese tipo de metas las ha alcanzado poco a poco. Batallando en la modalidad especialización ha viajado por todo Colombia demostrando que tiene futuro prometedor en la velocidad.

Hoy, después de cuatro años de entreno, Jessica ha logrado figurar en justas locales y competir en la Copa Juventudes del año 2012, en la que alcanzó el segundo lugar y un podio que añoraba desde que se subió por primera vez en unos patines en línea.

Una guerrera de la vida

Jessica es delgada, espigada y tiene rostro amable. Le gusta estudiar mucho y por eso, aparte del deporte, quiere una oportunidad para estudiar una carrera profesional como Ingeniería de Sistemas, otro de sus sueños de niña.

En medio de sus entrenos, en horas de la tarde, no tiene problema en llevar domicilios de chontaduro a bordo de sus patines dentro de la misma liga, ejercicio que alterna con la venta de gomitas ‘trululú’ las cuales lleva con orgullo y que tienen un costo de cien pesos.

De cien en cien, de carrera en carrera Jessica va asegurando su futuro, ese futuro en el que se ve como campeona mundial.

Deseos de familia


“Nuestro sueño es tener una casa”: Nora Rivas y su familia (dos hijos), han tenido que pasar por adversidades propias de una vida humilde. Desde hace muchos años ella es madre cabeza de hogar y a veces vive alcanzada con sus obligaciones, que llegan a los 700.000 pesos mensuales, por eso pide del apoyo de los caleños o de las entidades gubernamentales y así poder conseguir respaldo o una vivienda digna para sacar adelante los sueños de su familia. “Si lo que pago de arriendo lo pudiera invertir en la carrera de ‘Jessi’ ella tendría más oportunidades en el patinaje”, dijo Nora.Por eso si usted puede ayudarla o guiarla no dude en contactarse al 3116485951.

15

años tiene Jessica Tatiana Rivas. Lleva 4 años entrenando en la liga.

UNA LUCHA DE PADRE E HIJO



Un binomio familiar, que estuvo sumido en las drogas durante muchos años, quiso que fuéramos  testigos del inicio de su rehabilitación en una fundación caleña. Ejemplo de vida.


Por Darwin Ávila, reportero
La vida de drogas, calle y sumisión social que vivían Luis Trujillo y Cristian Trujillo (padre e hijo), terminó el pasado 5 de agosto, fecha en la que decidieron, de común acuerdo, pedir ayuda en un centro de rehabilitación de Cali.Aunque la historia parece sacada de un argumento dramático de Hollywood, es real y aún se vive entre el Distrito de Aguablanca y el barrio Guayaquil, donde está ubicada la Fundación Centro Victoria de Colombia, en la que se recuperan.

Según sus propios protagonistas, la complicada determinación tuvo su génesis hace pocos días, luego de analizar el estado deplorable en el que se encontraban, tras consumir diferentes clases de alucinógenos durante muchos años.

Luis, de 43 años de edad, comentó a que desde los 14 años inició en el mundo del bazuco y fue en ese primer momento que se ‘enamoró’ del vicio.

Y aunque prestó servicio militar y en un difícil proceso de su vida aprendió el tradicional oficio de la construcción, el fantasma de la droga nunca lo abandonó.

Fue en esa época, en la que el calendario titulaba el año 1995 y los rezagos de la mafia aún hacían mella en la ciudad, cuando nació Cristian, su hijo. Todo sucedió después de conocer a una mujer en el barrio Sucre, centro de la ciudad.

Sobre esa unión fortuita, de la cual nació también una bella niña, Luis sólo atina a decir que se acabó por diferencias a la hora de convivir en esa álgida zona.

Esa situación degeneró la manera de actuar de Luis. Sin embargo, siempre estuvo al tanto del bienestar de sus hijos y los llevó a vivir a la casa de sus padres, en el barrio Yira Castro.

Mientras tanto, Luis se dedicó a ‘patrullar’ las calles en busca de estabilidad y tranquilidad, pero de las dos necesidades no consiguió ninguna. Fue una tragedia.

Un joven sin destino propio
Cristian Jaret Trujillo, hijo de Luis, sólo estudió hasta quinto de primaria y en la actualidad quiere salir adelante.

Sin embargo, años atrás, cuando veía los malos ejemplos de su padre, pensó que quizá la vida no le iba a ofrecer un destino estable y promisorio.

Y es que las cosas no pintaban bien, pues su madre los había abandonado y Luis era un drogadicto que no reconocía su problema.

“Inicié a los trece años fumando cigarrillo, después fumé marihuana y por último empecé a meter perico. Todo lo hacía por rebeldía, por la rabia de no tener un hogar”, expresó Cristian con tristeza.

Las palabras del joven, según su mismo padre, fueron las que lo hicieron poner un alto en el camino y pensar en rehabilitarse.

“Sabía que mi hijo consumía alucinógenos. Es más, con vergüenza acepto que consumí con él y que el ejemplo hacia mis pequeños siempre fue negativo, pero ya era hora de darle un giro a nuestras vidas”, dijo Luis, con una lágrima recorriendo su demacrado rostro.

Un proceso iniciado
El pasado jueves, fecha de la entrevista con , los dos se mostraron alegres. Desde la oficina del director de la fundación, Julio Enrique Ponce, manifestaron que es un proceso que no tiene reversa.

“Estábamos en un callejón sin salida y empezamos a caminar hacia otro lugar donde dijeron que nos iban a ayudar. Pero en el camino nos recomendaron esta fundación y don Julio nos aceptó. Ahora él se convirtió en nuestro ‘ángel’”, finalizó Luis con decoro.

Ahora, padre e hijo, juntos en una difícil lucha, le quieren demostrar a la sociedad que cambiar sí se puede y están protagonizando su propio reality de la vida.

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Julio Enrique Ponce
Si desea ayudar con procesos como este, llame a la fundación.

“SABÍA QUE MI HIJO CONSUMÍA ALUCINÓGENOS”

Dijo Luis al preguntarle sobre Cristian. De inmediato su rostro cambió de la risa al llanto y expresó con vergüenza que había llegado el punto de consumir drogas con su hijo. Ahora ambos se han perdonado y quieren empezar de nuevo.


jueves, 9 de mayo de 2013

Sobre los hechos en los que resulté herido ¡SALVAJES!

Una horda enardecida de habitantes del barrio Mojica I, que curioseaban el homicidio de un hombre en plena cancha del barrio en mención, atacó hoy con palos, piedras, patadas y puños a un equipo periodístico del diario Q'hubo que llegó al lugar de los hechos para investigar sobre el acontecimiento.


El equipo era conformado por los periodistas Darwin Ávila, Mario Lince y el fotógrafoGiancarlo Manzano, que fueron agredidos primero verbal y luego físicamente cuando salían del lugar en un vehículo propiedad del periódico El País, casa editorial para la cual laboran los comunicadores.

El brutal ataque se presentó hacia las 12 del mediodía (9 de mayo 2013) exactamente en la Calle 79 con Cra 28 E5, oriente de Cali.

Según los propios afectados el atentado contra su humanidad se presentó cuando intentaban salir del lugar de los hechos, momento que aprovecharon los atacantes para rodear el vehículo y acto seguido golpear indiscriminadamente a los ocupantes, que sólo atinaron a tratar de cerrar las puertas para evitar ser golpeados. El grupo de energúmenos llegaba a treinta.

Sin embargo la fuerza los desadaptados era mayor y lograron propinar una golpiza a los comunicadores, que sólo estaban armados con sus grabadoras, cámaras, libretas y lapiceros.

Como vieron que no podían detener la partida del carro procedieron a romper los vidrios del automotor generando heridas en el rostro de Dar Ávila razón por la cual tuvo que ser remitido de urgencia a la Clínica Amiga de Comfandi, para ser tratado por los especialistas.

A su vez Mario Lince y Giancarlo fueron alcanzados por la esquirlas y tuvieron contusiones leves en su cuerpo que no revistieron gravedad

A las 5 de la tarde el periodista Darwin Ávila fue dado de alta del centro de salud y se recupera de las lesiones en la tranquilidad de se hogar

Sin embargo este es otro campanazo de alerta sobre el peligro que corren los periodistas y comunicadores caleños cuando ejercen el derecho a la libre expresión desde su ejercicio. Ya que cada vez más proliferan este tipo de hechos violentos y se vulnera la libre movilidad de los periodistas en el casco urbano de Cali.

Se hace un llamado a las autoridades, en este caso a las policiales, para que estén atentos a este tipo de agresiones contra periodistas, pues en el lugar de los hechos había presencia de por lo menos 20 uniformados, que miraban desde la barrera la gresca. Sólo dos patrulleros se atrevieron a enfrentar a los delincuentes y también resultaron lesionados en sus rostros.

******Amigos, les relato los hechos desde mi casa, para que les quede claro lo que pasó. En este momento tengo una incapacidad de dos días por las laceraciones y contusiones en todo el cuerpo, ya que la golpiza que recibí fue brutal.
Esto no le tiene que pasar a los periodistas ni a ninguna persona, porque va contra todo asomo de dignidad, igual me siento muy triste por lo que está pasando con la profesión y con este ciudad de violentos e intolerantes que sólo piensan en hacer el mal.
Pueden estar tranquilos, pues el susto va pasando. Eso sí, muchas gracias por todos los mensajes de apoyo y por la preocupación mostrada, los quiero mucho.

Por último quiero decirles que amo esta profesión, es una pasión que corre por mis venas y no la dejaré así me dé contra el mundo. Como dice una amiga: "al árbol que da buenos frutos es al que le tiran piedras". Buenas noches .