Irán es realmente una experiencia
impactante, ya
que los sanitarios son dispositivos
milenarios empotrados
en el piso y el
proceso de evacuación
se realiza en cuclillas,
toda una odisea.
La primera experiencia
la viví en el Aeropuerto Internacional
Imam Khomeini,
de Teherán, la capital iraní.
Allí me encontré con el artefacto
del que ya me habían
hablado en Colombia.
Pero una cosa es escuchar y
otra es llevar a cabo, entonces
me quité toda la ropa para
hacer lo que los demás no
pueden hacer por mí, de una
manera limpia.
Después de la cuclillada,
una manguera con agua a
presión me ayudó en la limpieza,
en ese momento descubrí
que en ese país no
utilizan papel higiénico y que
definitivamente tienen una
cultura muy diferente.
Irán está lleno de situaciones
que a nosotros nos parecerían excéntricas,
pero para ellos son normales
y se les nota en el semblante
la alegría de vivir en el país
más estable políticamente
en todo el Medio Oriente.
Adentrándome en su territorio
vi a un hombre limpiando
las calles en horas de
la noche, pregunté si ganaba
bien, a lo que Meisam, nuestro
guía en ese país respondió:
“El trabajo es una constumbre
musulmana, gracias a
Alá tenemos mucho que hacer
y un iraní puede ganar mínimo
500 dólares al mes que
en el Rial (moneda local) llegaría
aproximadamente a cinco
millones y en pesos de los
nuestros a 1 millón.
De ahí que las familias
musulmanas no aguanten
hambre y su destino diario,
al contrario de los colombianos
pobres, es un trabajo
digno en alguna empresa,
fábrica o en las calles.
Las ciudades en Irán están
llenas de color. Adicional a esto
las panaderías (que están ubicadas
en el centro), despiden
el olor penetrante de un producto
de la harina llamado
‘sangak’, que sin levadura y
asado sobre pequeñas piedras
calientes se convierte en un
manjar para los intensos días
de frío, eso le cuesta a un
iraní, al cambio, alrededor de
mil pesos colombianos.
En uno de los tantos
recorridos citadinos pude
ver varias narices femeninas
pulidas por el bisturí, situación
que según las mismas
féminas es normal en
Irán, como el hecho de usar
en su casa ropa interior fina,
prendas de gala, jean y blusas
exóticas, para el disfrute
de sus amados esposos.
Es más, nunca me imaginé
que la Policía en Irán se transportara en autos Mercedez
Benz y que el país
tuviera tres ejércitos cuidando
la soberanía del pueblo.
SOBRE LOS CARROS.
En Irán se puede comprar un
carro nuevo desde 7.000
dólares, unos 12.600.000
pesos colombianos. De
razón vi tantos Peugeot,
Khodro (marca iraní) y Kía,
colaborando con el
crecimiento del ‘smog’, uno
de los lunares del país
asiático..
los iraníes
tienen la ventaja del subsidio
al combustible, o sea que
cada litro de gasolina les
cuesta 40 centavos de dolar
unos 800 pesos
colombianos. Muy barato.
En los trancones capitalinos
me llamó la atención
las placas de los carros, pues
eran de tres colores, y según
Meisam, son así para diferenciar
los vehículos. Rojo,
placa oficial, blanco para
particulares y amarillo para
taxis y servicio público.
Hablando de los ‘amarillitos’, divisé
demasiados en las calles
de Irán. Según cifras oficiales,
sólo en la capital, Teherán,
circulan alrededor de 30.000
de estos, que a su vez
ostentan en sus
carrocerías
cuatro colores:
blanco,
negro, amarillo y verde.
Al igual que en Cali, los
semáforos se atestan de vendedores
que distribuyen rosas,
CD, periódicos, dulces y
por cerca de 2.000 pesos se
puede disfrutar de un rico
sandwich de cordero, el plato
nacional. En todos los casos,
aunque algunas cosas parezcan
locas, ese es el Irán cotidiano,
lo demás lo contaré
en la próxima entrega.