Amigos les cuento que aparte de mi lesión
estoy golpeado por el recrudecimiento de la violencia contra los niños en el
Valle del Cauca.
Por ejemplo ayer (13 de noviembre), asesinaron
a la niña Lady
Yaisury Sinisterra, de 13 años. Recibió un impacto de bala mientras estaba en
su casa del barrio La Inmaculada de Buenaventura, al parecer por la guerra
que se libra entre Los Urabeños y La Empresa. Pese a que fue trasladada a un
hospital falleció en las manos de los médicos.
Con la muerte de Lady la
cifra de muertos por esa guerra en el Puerto llega a 56. Ni siquiera con la
visita del ministro Juan Carlos Pinzón este fin de semana a Buenaventura, a un
consejo de seguridad, ha disminuido la confrontación urbana en ese municipio y
por ende los muertos. Los niños de esa ciudad están asustados, temen salir a la
calle.
Anoche también fue asesinado a bala un
menor de edad en el barrio El Rodeo de Cali. Falleció en un centro asistencial
sin que los médicos pudieran hacer nada por él, pues la gravedad de la herida predecía
un deceso infortunado. Por ese hecho la Policía no reportó capturas.
Adicional a esto hay que tener en cuenta
los asesinatos contra menores en el último mes en el norte del Valle y un menor
de 14 años asesinado en Tuluá, en extrañas circunstancias. Por los casos
anteriores no hay capturas y los móviles siguen, como siempre, en
investigación.
Lo peor es que fuentes cercanas me reportan
desapariciones de menores en Cali como es el caso de Jerson Sebastian Montoya,
de 14 años de edad, desaparecido desde el 4 de noviembre en Petecuy, al parecer
por la violencia que se libra en ese sector. A éste joven lo buscan
desesperadamente sus padres. Algunas hipótesis dictan que habría huido de miedo
por enfrentamientos entre bandas de ese sector del jarillon del rio Cauca.
Otrás, más fatales, se atreven a asegurar que fue asesinado por odio entre
bandas de ‘Cinta Larga’ y sectores aledaños.
Ese mismo odio, recuerdo con tristeza y
melancolía, fue el que acabó con la vida de un pequeño de tan sólo seis años de
edad en el jarillón de Petecuy el mes pasado. En ese macabro hecho el niño
resultó herido con arma de fuego, luego de levantarse de su cama, dentro de su
propia casa, asustado por el sonido de unas explosiones producto de una guerra
con fusiles y granadas a pocos metros de donde él permanecía.
Cuando la madre logró llegar hasta el niño, ya estaba desmadejado. Lo llevó a un hospital, donde dejó de
existir. Ahora es un ángel que nos cuida desde el cielo.
Dicen que su muerte se produjo por
venganzas entre bandas. Malditas bandas criminales urbanas.
También me preocupa la desaparición del
joven Cleber Goncalves, de 19 años de edad, que aún no da señales de vida a su
familia. Están desesperados, ya que desde hace más de 8 días salió de su casa
en una moto Suzuki negra, vestido con ropa deportiva y hasta el sol de hoy no
se sabe dónde pueda estar, ni quién se lo pudo haber llevado.
Eso, sumado a la desaparición de Jackeline Velasco Martínez, que fue vista por
última vez en los alrededores de la Calle 34 con Carrera 2C, norte de Cali, me preocupa en
gran manera. De la nena de 11 años de
edad no se sabe nada. Ni siquiera la Personería ha podido hallarla con sus
miles de avisos y afiches con los que ha empapelado la ciudad.
En lo que va
corrido del año ya son 65 los menores de los que se desconoce su paradero,
según las cifras de la Personería Municipal de Cali. No puedo creer que un niño desaparezca sin dejar ni un sólo rastro.
Por eso hago un llamado a la ciudadanía en
general, no sólo de Cali, sino de todo el departamento, para que elevemos una
plegaria y una voz de protesta contra la violencia en la que se involucran
menores de edad. Hagamos algo, no nos quedemos viendo reinados, novelas y
realitys –sí, entretienen-, pero en ocasiones palian esa enfermedad del desconocimiento,
la ignorancia; la pasividad mental y social.
Siento rabia, estoy consternado, pues la
autoridad (Policía), no ofrece resultados concretos en el tema de la violencia
urbana y los que están pagando los platos rotos son nuestros hijos, nuestros
hermanos y familiares. No tenemos porque pagar por una guerra ajena.
Sé que ha muchos no los ha tocado la racha
de muerte, pero también sé que no podemos perder nuestra capacidad de asombro
hacia la violencia real que nos azota y debemos protestar así sea desde las
redes sociales, desde nuestro accionar, desde nuestros pensamientos.
Ojalá estás líneas escritas de afán sirvan
de algo, para que la gente se dé cuenta de cosas inadvertidas, ocultas en
muchas ocasiones por la misma Policía. De los muertos y desaparecidos que pone
nuestro Valle del Cauca. De los que nunca volverán, ni siquiera a nuestra
mente.
By Dar Ávila
@hagameuncruce
daravila11@gmail.com